Trastorno del Espectro del Autismo
- Dra. Ana G. Lucas Quintero.
- 3 abr 2018
- 2 Min. de lectura

Falta de contacto visual, aun cuando se le esté amamantando, no le gusta que lo carguen, se altera fácilmente con los ruidos, no presta atención a su nombre, juega solo, se irrita con facilidad, su comunicación es limitada o a base de sonidos y en ocasiones adopta posiciones extrañas con su cuerpo…
Son algunas de las señales que pueden advertir que un niño padece autismo o alguno de los Trastornos del Espectro Autista (TEA).
El término Trastorno del Espectro Autista (TEA) hace referencia a un conjunto amplio de condiciones que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta.
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) tiene un origen neurobiológico y acompaña a la persona a lo largo de toda su vida, aunque sus manifestaciones y necesidades cambian en función de las distintas etapas del desarrollo.
Tiene las siguientes particularidades:
Se presenta de manera distinta en cada caso. Por eso las necesidades individuales son muy heterogéneas.
Afecta de manera fundamental a la esencia social del individuo y a su capacidad para responder adaptativamente a las exigencias de la vida cotidiana.
Impacta no sólo en la persona sino también en su familia, y en la calidad de vida de todos sus miembros.
Requiere un abordaje integral de las necesidades de la persona, orientado a facilitar apoyos individualizados, especializados y basados en la evidencia científica que promuevan su calidad de vida y el ejercicio efectivo de sus derechos.
Es una “discapacidad invisible” en el sentido de que no lleva asociado ningún rasgo en la apariencia externa específico, y sólo se manifiesta al nivel de comportamientos.
En los últimos años se ha constatado un aumento considerable de los casos detectados y diagnosticados. Es posible que este incremento se deba a una mayor precisión de los procedimientos e instrumentos de diagnóstico, a la mejora en el conocimiento y la formación de los profesionales, o ciertamente, a un aumento real de la incidencia de este tipo de trastornos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que 1 de cada 160 niños padece alguno de los trastornos que componen el TEA. Mientras que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, estiman que 1 de cada 68 niños tiene la condición de autismo, un aumento del 30% con respecto a hace dos años.
En Panamá, entre 2014 y 2016, en las instalaciones de salud pública del país se atendieron 629 personas con autismo (473 hombres y 156 mujeres), la mayoría de los casos estaban entre los rangos de edad de 1 a 4 años, de 5 a 9 años y de 10 a 14 años de edad, de acuerdo con la información recopilada por el Sistema de Estadísticas de Salud (SIES) del Ministerio de Salud.
A nivel mundial el autismo es cinco veces más frecuente que el Síndrome de Down, cuatro veces más frecuente en hombres que en mujeres y tres veces más frecuente que la diabetes infantil.
En el mundo del autismo, el éxito depende del diagnóstico, la intervención temprana y la persistencia en los tratamientos. Cuanto más tiempo pasa el niño sin diagnóstico y sin intervención adecuada más se adentra en su mundo solitario.

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